Mason Greenwood fue puesto en libertad bajo fianza, tras ser acusado de violencia género. Foto de Ardfern en Wikimedia Commons, con licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

En los últimos días han salido a la luz dos casos de machismo en el mundo del fútbol, lo cual no hace más que recordar que la industria le debe todavía mucho a las mujeres. Lo sucedido con Mason Greenwood (de 20 años) y Marc Overmars (exjugador y ahora exdirector deportivo del Ajax) recuerda que, desafortunadamente, este mal trasciende las generaciones. Pero también no son los únicos futbolistas en haber sido denunciados por malos tratos. Ryan Giggs, Maradona, Lucas Hernández, Benjamin Mendy, o Rafael Van de Vaart son algunos nombres que han estado en la opinión pública por temas relacionados a la violencia de género. No son hechos aislados, y así hay que encarar este tema. El espectro del machismo en el fútbol no se limita a la no profesionalización del futbol femenino hasta tiempos recientes. También hay un componente de violencia.

Pues bien, a lo largo del tiempo estos casos fueron salieron a la luz pública y fueron tratados de una manera bastante aislada. Pero lo sucedido con Mason Greenwood y Marc Overmars en un periodo tan corto de tiempo obliga a que sea visto desde otro punto de vista. El primero es un jugador muy joven, de sólo 20 años. Esto significa que pese a la afinidad de las generaciones jóvenes de corregir las injusticias sociales, todavía hay mucho por hacer. Y esto es un recordatorio duro. Luego, se tuvo que ver como una leyenda del fútbol como Marc Overmars también se vio envuelto en un caso de acoso sexual en el trabajo. La naturaleza estructural, sistémica y de educación queda expuesta.

Ambos casos también son representativos, a su manera, de los problemas que genera el machismo en la sociedad. Mason Greenwood está acusado de violencia de género, luego de que su novia publicara imágenes con moretones y cortes. Además también emergió a la opinión pública un audio en que el jugador del Manchester United presuntamente obliga a su pareja a mantener relaciones sexuales. Es violencia de género, de la que también está acusado Benajmin Mendy —jugador de los rivales de ciudad, Manchester City— quien está acusado de siete cargos de violación por cinco mujeres. La leyenda del fútbol británico, Ryan Giggs, está inmerso en un juicio por maltrato psicológico prolongado a su expareja, así como incidentes de daño físico contra la propia mujer y su hermana.

El caso de Marc Overmars es representativo de otra “pata” que conforma el machismo. Es el de relaciones de poder, y de lo que algunos hombres son capaces en el lugar de trabajo. Así, es un caso de acoso en el lugar de trabajo, perpetrado por un hombre con poder en contra de mujeres que no tienen ese poder dentro de la estructura del club.

Jugadores jóvenes y exjugadores considerados leyendas del deporte han estado involucrados en incidentes machistas. Pese a que, hoy en día las generaciones jóvenes (según encuestas y estudios) son más sensibles ante temas sociales como el racismo y machismo, estos casos demuestran que sigue habiendo problemas. El hecho de estar en contra de algo no significa que el problema haya sido resuelto. Al final, se piensa que alguien —por el simple hecho de ser más joven— actuará distinto cuando en realidad, lo más probable es que imite los patrones de conducta de quienes lo han educado.

La educación es el problema. Pero no sólo es cuestión de racionalizar el por qué no se deben incurrir en estas situaciones. Históricamente se ha enseñado a los hombres que la seña de identidad de la masculinidad es la capacidad de no mostrar sentimientos ni emociones. El nunca estar en contacto con las propias emociones. Y ello implica, a su vez, ser menos empático con las emociones de los demás.

Se enseña desde pequeño que los hombres deben ser menos emocionales, pero con capacidad de ejercer agresividad para tener influencia sobre el mundo. Pero es que si no se está en contacto con las emociones, sino se es empático, esa agresividad corre el riesgo en convertirse en violencia. Porque no se le está dotando a los hombres con herramientas para saber manejarse en situaciones con las que puede no estar de acuerdo. Situaciones que requieren de inteligencia emocional.

Es así como tenemos un deporte, en el que se premian atributos de la masculinidad como el poder imponerse a otros y a las circunstancias. Todo ello está bien. Pero se requiere eso no signifique la expresión de violencia y falta de empatía. La sociedad haría bien en invertir más recursos en educación emocional. Por supuesto que el fútbol también. Porque a fin de cuentas, el feminismo no sólo beneficiará a las mujeres que han sido victimizadas por una sociedad machista (que es lo primero). También beneficiará a los hombres, que serán libres para visibilizar sus emociones, y que poco a poco sean más empáticos.

El fútbol es una fábrica de referentes simbólicos y modelos a seguir. No es posible que se permitan estas cosas. Pero ya no se habla de que haya una política de castigo a quien incurra en estos casos inaceptables (que la debe haber). Sino también en cómo se produce un cambio sostenible, y que se transmitan estos valores tanto a futbolistas como a aficionados.