Xavi atiende a los medios de comunicación con su anterior equipo, el Al Sadd catarí. Foto de Fars News, con licencia Creative Commons Attribution 4.0 International.
El Fútbol Club Barcelona le dio un repaso para la historia al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Fue una vuelta a lo que ha hecho al Barça un equipo grande y ganador: el fútbol de juego posicional y con posesiones largas del balón. Xavi, gran beneficiado de esta filosofía como jugador, la trajo de vuelta como entrenador de la mano de Joan Laporta tras la nefasta gestión de Josep María Bartomeu —quien parecía empeñado en defenestrar el ‘cruyffismo’—. El también conocido como ‘ADN Barça’ no es algo que sucede por decreto, como aparentemente creía Bartomeu. Requiere disciplina, trabajo físico todos los días (que desde Ernesto Valverde se fue perdiendo) y mucha concentración. Cosas que requieren de un método y de trabajo diario.
Incluso antes de que los recientes fichajes de Dani Alves, Pierre-Emerick Aubameyang, Ferrán Torres y Adama Traoré, se tendría que hablar de un trabajo previo en la incipiente ‘era Xavi’. La frase “es lo que hay”, que definió la época de Ronald Koeman hacia su final, no se ha vuelto escuchar. La frase es una oda a la mediocridad e induce el pensamiento de que no hay nada que se pueda hacer en los entrenamientos para mejorar. Produce además la conclusión de que el entrenador de aquel momento, Ronald Koeman, piensa que no tiene ningún tipo de responsabilidad porque los jugadores son muy malos. Imposible que haya confianza cuando el entrenador es el primero que dice que no hay nivel en la plantilla y, lo que es peor, se normaliza este mensaje.
Además de recuperar la moral, también había que recuperar el tono físico. Es imposible que haya un nivel competitivo en la plantilla cuando los entrenamientos, según varias declaraciones de varios jugadores que han salido (Carles Pérez, Konrad de la Fuente o Malcolm), tienen muy poca exigencia. Lo cual había sido el caso con Koeman y Valverde.
No es casualidad que, tras unos meses con Xavi al mando, se vea un nivel de Ousmane Dembelé más acorde a lo que pagó el Barça por el francés. Piqué y Busquets vuelven a ser jugadores que se imponen en el campo. Frenkie de Jong aparenta volver a ser el mediocampista que deslumbró en el Ajax. A la recién recuperada confianza y autoestima, se le suma un nivel físico adecuado. A poco que las cosas empiezan salir bien, ya uno puede notar que hay una identidad. Y la identidad empieza a reforzar las individualidades, lo cual no hace más que reforzar el buen juego. Un círculo virtuoso en toda regla.
Cuando a este trabajo se le añaden los fichajes de jugadores que vienen con una mentalidad fresca —sin los traumas del 3-0 en Roma, 4-0 en Liverpool y el 8-2 en Lisboa— ya se puede dar el salto con más facilidad. Aubameyang ha añadido una capacidad goleadora brutal que permite ganar partidos, mientras que Ferrán y Adama traen desborde y peligro en el último tercio del campo.
El Real Madrid intenta jugar de igual a igual con el Barça. Pero no tiene una identidad de juego más allá de una denominada ‘casta’ (que no conlleva un método concreto) o el ser “galácticos” de la mano de Florentino Pérez. Intentar jugar de igual a igual sin identidad y con variaciones tácticas erráticas hizo que el Madrid fuera severamente castigado. El clásico podría haber acabado con una goleada de escándalo de no haber sido por el buen hacer del arquero merengue Thibaut Courtois o la falta de tino de los jugadores del Barça.
Con Joan Laporta y Xavi pareciera que por fin hay un proyecto serio en marcha. El segundo mandato de Laporta augura una vuelta al dominio barcelonista. Y debería servir para que quien venga después no abandone el patrimonio cultural que legó Johan Cruyff. Los ejecutivos iluminados, como Rosell y Bartomeu (Rosell llegó a referirse Cruyff como la “amenaza fantasma” por gozar de la atención de Laporta), deben dejar de actuar con sus egos y dejar tranquilo el legado ‘cruyffista’. Construir sobre él. Esta nueva vuelta al ‘cruyffismo’ —edición Xavi Hernández— tiene que servir de recordatorio de que hay un estilo del cual el Barça no debería prescindir.